lunes, 30 de septiembre de 2024

Ver las estrellas bajo techo


Estaba en shock, excitado y enloquecido, jamás en el tiempo que llevaba de conocerla la ví usando ninguna sustancia, parecía ser otra que francamente me encantaba. Su nivel de entrega y la locura con la que ejercía cada movimiento encima de mí me llenaban de un desconcierto fascinante; en un arranque la tumbé en la cama y decidí inmovilizarla con las manos mientras bajaba besando desde su boca, su cuello, sus senos y descubriendo cada zona llena de cosquillas de su abdomen que hacían se retorciera mientras yo bajaba cada vez más. A pesar de ser mas alto que ella tuve que soltarla para continuar mi camino hacia el sur de su cuerpo tostado y no intentó moverse, como si dos cadenas de placer imaginarias impidieran que bajara las manos. La escuchaba disfrutar y podía oler su pasión, sentir en cada poro de mi piel, en mis labios, en mi lengua el desbordar de su ser. Perdí la noción del tiempo, no sé si fueron una, dos o tres horas o tres minutos los de su entrega total. Empezo a sonar el teléfono, teléfono que no era mío, fue un tono sutil como de advertencia, solo después de ese sonido ella acarició la cama con ambas manos escrutando en dónde estaba ese artefacto, una vez hallado lo apagó y me miró con esa mirada seductora y sonrisa pícara y preguntó: ¿Continuamos? Se colgó de mi cuello y me atrajo a sus labios, ya teniendo ella el poder se concentró en hacerme enloquecer, con el calor de su boca en mi miembro hizo una pausa para decir: ¡Te haré ver las estrellas bajo este mismo techo! Y luego continúo hasta lograrlo. Horas más tarde la estaba observando desde lejos, su fina coquetería, el inocente trato con el que saludaba a los demás y la soltura de sus caderas al bailar con cualquiera que así lo solicitará me hizo ignorar por un momento que había gente a mi alrededor. Uno de mis colegas y amigo había bailado un par de piezas con ella y se acercó para invitarme a hacer lo mismo. Fui hasta donde ella, estaba tomando una copa y le susurré ofreciendo mi mano: ¿Te gustaría bailar conmigo? Sonrió y aceptó de inmediato... Estando en la pista de baile le pedí vernos más tarde a solas para repetir la intensidad de la mañana, ya que nadie más podía oír mi proposición no podía perder esa oportunidad. Justo cuando el cambio de música se estaba efectuando me dijo que no podría, ya que esa noche debería cumplir con su trabajo en ese lugar. La nueva canción era para bailar más cercanos, me dijo que lo de la mañana fue algo que difícilmente se repetirá pero que yo sabía cuál era la forma más simple de tenerla a mi disposición. Al finalizar la canción caminamos lentamente a la barra, ella pidió una margarita y yo un Whisky, brindamos sin decir ya ni una sola palabra, solo con una cálida sonrisa, hasta que un hombre tocó su hombro, le susurró algo al oído y ella volteó a mirarme ofreciendo su mano y una aún más amplia sonrisa, me dijo: me tengo que ir, fue un placer compartir contigo, eres un gran bailarín.