domingo, 13 de diciembre de 2020

Mi niña de ojitos apagados

Tal día me cuestionaban si acaso era mucho mi sufrir, lo negué y admiti que sonreía. Que estaba siendo feliz; no tenía idea de lo que venía a golpear mi pobre alma.

De pronto las caricias no fueron delicadas, eran fuertes y toscas, no había amor solo agresión.

¿Cómo puede ser que quien dice quererte te haga llorar y suplicar detenerse, rasguñar y gritar que te está dañando?

Para besarte después y pedir disculpas, prometer que no volverá a suceder. Acto seguido volverlo a hacer.

Cómo puedes jurar cuando los celos lo cegan. Te acusa y se excusa para herir otra vez tu corazón. ¡Golpea, golpea fuerte, muy fuerte tu dignidad y el amor que le tenías.

Entre la espada y la pared, si te niegas te podría ir peor y terminas cediendo sin amor, sin deseo, sin afecto. Los besos no gustan, no excitan, no causan nada más que repulsión.

Mi llanto es inevitable y ha diluido el brillo que mis enormes ojos tenían, clavar la mirada al suelo es el único remedio, fingir que todo está bien. Que no dolió profundo, que no dañó, que jamás rompió nada por dentro. Que solo dolerá un poco el cuerpo, pero no toda la vida, no para siempre.

Mi niña de ojos tristes y apagados te amo y jure que te cuidaría. Falle y lo lamento.


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